Fotos y preguntas por Nazita Rezai.

Para mí son una frontera más, un límite difuso. Son dos colores que dependiendo del lugar del que
proceda la persona que los percibe adquieren un nombre u otro, e incluso una denominación conjunta, como “grue” que parte de la suma de green/blue o “uaine” que significa amarillo/verde. Me interesa ese tartamudeo que existe entre la palabra y la percepción. La incapacidad de denominar lo que se está viendo y, sobre todo, la duda frente a lo que se ve.
Me gusta fantasear con que cada obra, si viajara, cambiaría de color ante los ojos de quien se detuviera
enfrente. Esa maleabilidad de la palabra es fundamental para la parte plástica de mi trabajo. Los colores que empleo son palabras que no sé nombrar. Al igual que, las palabras también son manchas que acaban por juntarse a otra realidad cercana a su nombre. Las palabras son manchas que trazan múltiples realidades.
Con frecuencia tengo una sensación, y es, que soy incapaz de nombrar lo que me recorre. Siempre podría haber otra palabra. Cuando pinto ocurre algo parecido, siempre podría haber otro azul, otro verde y otro amarillo más cercanos a mi sensación de amarillo, verde o azul. Lo que pronuncio no se corresponde a lo que siento, hay una línea fina e inmensa entre el nombre y la sensación frente al nombre. Ahí residen los colores en mi trabajo. Busco atenuar esa línea o sentirla con más intensidad.

¿Cuál es tu relación con la naturaleza?
No es máxima, pero es esencial. Con máxima me refiero a que, al fin y al cabo, pinto en un espacio
interior en Madrid. Pero aquí, en este lugar −no sé si antes o después−, surge la necesidad de conectar el cuerpo con la tierra.
En la parte performática de mi trabajo también reside la idea de diluir las palabras, sobre todo aquellas
que en el territorio resuenan de forma inamovible, como límite y frontera. Ambas son troncales en los
ejercicios que realizo. Trato de llevarme la palabra al cuerpo, y es por eso por lo que comencé a soplar
montones de tierra. Porque quería diluir, o sentir en mi interior, la degradación de la palabra en contacto con la superficie, con el territorio. Al soplar durante periodos prolongados, 40-45 minutos o incluso una hora, el cuerpo se adormece y percibe la situación en la que se ve inmerso de manera distinta. Sólo así, inmersa en esta diferencia, alejada de la visión y más próxima a otros sentidos, entiendo que se puede llegar a la palabra; en la lejanía del símbolo.
En la naturaleza olvido el símbolo y me aproximo a la sonoridad, a la porosidad del nombre. Redescubro las palabras en mi cuerpo. Poco a poco, con estos ejercicios que consideré Tentativas de contacto me aproximé a la parte maleable e inestable de los conceptos límite y frontera. Fue muy bello sentir, y no únicamente pensar, que emplear palabras para demarcar realidades no sólo es inútil y reduccionista, sino una ficción.

¿Qué puede aprender la sociedad de tu trabajo?
La verdad es que no tengo ni idea, me encantaría saberlo. Lo que sí es cierto es que trato de aproximar al resto, a mis amigas y vínculos, dentro de cualquier entorno, en una realidad más sensorial, alejada de la visión y cercana a la sensación que procede de la acción… Me gustaría recordarle a cualquier persona lo poderoso que es un cuerpo, como diría Spinoza de nuevo. Y el cuerpo se acciona en cualquier contexto, artístico o no. Creo que hay una gran potencialidad en el cotidiano y en los afectos, en los vínculos de amor, sólo me gustaría transmitir eso: lo poderoso que es un cuerpo en cualquier contexto.

¿Qué te interesa de lo que queda fuera de un marco?
Pienso que la obra siempre está fuera de lugar. No defiendo lo que queda dentro sino esa parte perdida
que conforma el margen de la acción. En los márgenes residen los gestos que dan continuación a la
siguiente parte de la búsqueda. Gracias a los márgenes sigo pensando, persiguiendo algo que no he
perdido pero que tampoco he alcanzado. En ese fuera hay muchas posibilidades, muchos rastros que
conducen al siguiente camino.
Los márgenes son trazados desmarcados del error −múltiple− que contiene la obra, cartografías del
sentimiento depositado y del devenir futuro.
Tanto los márgenes como lo que queda fuera, de alguna forma, reaparecen a modo de lectura breve sobre lo que quise decir pero no alcancé a pronunciar.
Porque incorporas video en tu práctica?
simplemente es para que quede un registro de la acción, ya que nada queda en la superficie. Mis acciones no inciden en el territorio, sino en mi interior, y solo queda el trasvase o esa energía íntima, interna… con el registro en vídeo puedo comunicar, recordar y trabajar sobre lo que he sentido.
